Las enfermedades renales pueden ponerse de
manifiesto tanto a través de datos bioquímicos como
clínicos. Entre los primeros cabe destacar el
aumento en las concentraciones séricas de urea y
creatinina, las alteraciones en la composición físicoquímica
de la orina y la presencia de elementos formes
sanguíneos, bacterias, hongos, parásitos y elementos
celulares procedentes de descamación. Los
datos clínicos más frecuentes incluyen la presencia
de edemas, hipertensión arterial, palidez cutáneomucosa,
prurito y alteraciones cuantitativas o cualitativas
en la micción. El conjunto de signos, síntomas
y alteraciones bioquímicas se concretan en
síndromes bien definidos, no mutuamente excluyentes,
de gran utilidad diagnóstica.
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